“No había malos recuerdos en su sueño infantil: no le quedaban recuerdos de sus magníficos días universitarios, ni de los años espléndidos en que rompía el corazón de tantas chicas. Sólo existían las blancas, seguras paredes de su cuna, y Nana, y un hombre que venía a verlo de vez en cuando, y una inmensa esfera anaranjada, a la que Nana llamaba Sol. Cuando el Sol desaparecía, los ojos de Benjamín se cerraban, soñolientos.... Y no había sueños, ningún sueño venía a perturbarlo.”
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