"La vida se presenta como una continua estafa, tanto en lo pequeño como en lo grande. Si ha prometido algo, no lo mantiene y, de hacerlo, es para mostrarnos cuán poco deseable era lo deseado: ora nos engaña la esperanza, ora lo esperado. Lo que se ha dado era para quitarlo. La magia de la distancia nos muestra paraísos que desaparecen cual ilusiones ópticas en cuanto nos acercamos. De acuerdo con ello, la felicidad siempre se halla en el futuro, o también en el pasado, mientras que el presente se asemeja a una pequeña y oscura nube que el viento empuja sobre la superficie expuesta al sol: delante y detrás de dicha nube todo es luminoso, mientras que sólo ella misma proyecta continuamente una sombra. En consecuencia el presente siempre resulta insatisfactorio, pero el futuro es incierto y el pasado irrevocable."
lunes, 10 de marzo de 2014
lunes, 3 de marzo de 2014
EL DIABLO Y YO NOS ENTENDEMOS...
El diablo y yo nos entendemos
como dos viejos amigos.
A veces se hace mi sombra,
va a todas partes conmigo....
Se me trepa a la nariz
y me la muerde
y la quiebra con sus dientes finos.
Cuando estoy en la ventana
me dice ¡brinca!
detrás del oído.
Aquí en la cama se acuesta
a mis pies como un niño
y me ilumina el insomnio
con luces de artificio.
Nunca se está quieto.
Anda como un maldito,
como un loco, adivinando
cosas que no me digo.
Quien sabe qué gotas pone
en mis ojos, que me miro
a veces cara de diablo
cuando estoy distraído.
De vez en cuando me toma
los dedos mientras escribo.
Es raro y simple. Parece
a veces arrepentido.
El pobre no sabe nada
de sí mismo.
Cuando soy santo me pongo
a murmurarle al oído
y lo mareo y me desquito.
Pero después de todo
somos amigos
y tiene una ternura como un membrillo
y se siente solo el pobrecito.
Jaime Sabines (1926-1999)
como dos viejos amigos.
A veces se hace mi sombra,
va a todas partes conmigo....
Se me trepa a la nariz
y me la muerde
y la quiebra con sus dientes finos.
Cuando estoy en la ventana
me dice ¡brinca!
detrás del oído.
Aquí en la cama se acuesta
a mis pies como un niño
y me ilumina el insomnio
con luces de artificio.
Nunca se está quieto.
Anda como un maldito,
como un loco, adivinando
cosas que no me digo.
Quien sabe qué gotas pone
en mis ojos, que me miro
a veces cara de diablo
cuando estoy distraído.
De vez en cuando me toma
los dedos mientras escribo.
Es raro y simple. Parece
a veces arrepentido.
El pobre no sabe nada
de sí mismo.
Cuando soy santo me pongo
a murmurarle al oído
y lo mareo y me desquito.
Pero después de todo
somos amigos
y tiene una ternura como un membrillo
y se siente solo el pobrecito.
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