domingo, 14 de marzo de 2010

EL CURA

 
Es un hombre de buena pasta,
no se finge cenobita,
hace vida quasi casta,
ayuna lo que le basta
y bebe más que medita.

Sabe que el mundo es inmundo,
valle de dolor acedo;
pero en el valle fecundo
tiene el cura en un viñedo
el mejor vino del mundo.

Como conoce el ritual,
el dogma y la ley sagrada,
hombre ante todo formal,
no transige el cura en nada,
a no ser en la moral.

En su parroquia tranquila,
sin intriga, sin engaño,
cuida afanoso el rebaño
de fieles y los esquila
más de tres veces al año.

Y gracias a ser muy fiel
aquí toda criatura;
nunca le falta a este cura
queso, vino, pan y miel,
con evangélica hartura.

No es el cura milenario
ni se entrega al pesimismo
como le manda el breviario;
le cabe el catolicismo
en su vientre extraordinario.

“Este mundo es transitorio,
dice el cura, bien lo veo“—
pero amigo del jolgorio,
se va en el tren de recreo
en busca del purgatorio.

Hecho siempre un dominguillo,
va de función en función
de uno en otro pueblecillo;
tras de las once el sermón,
tras el sermón el tresillo.

Si alguna vez se le escapa
una cana echada al aire,
y hay quien la capa le atrapa,
este cura con donaire,
sabe recoger la capa.

Dejo dicho con buen modo
que es un tanto macareno
y aunque no parezca bueno.
miren ustedes, con todo
me gusta más que Toreno.

  

Leopoldo Alas García-Ureña, "Clarín" (1852-1901) - "El cura", poema perteneciente a la serie de poemas publicados en la revista El Solfeo titulados La aldea, núm. 304, 327 y 335 (julio, agosto y septiembre, 1876)
 

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